Como signo de mal gusto y de ignorancia podría calificarse la muy extendida moda de sacar la piedra de nuestras casas, pero no por parte de quien lo hace sino de quien lo consiente. No siempre la piedra se ha utilizado como material constructivo para ser visto, al contrario, en muchas ocasiones se concebía como algo que debía ser tapado por la pobreza de su labrado. No podemos resignarnos a una moda tan disparatada por mucho que los propios responsables del cuidado del patrimonio lo consientan. Así ha ocurrido en los muros interiores de Santa María, rompiendo estéticas y contrastes, con el visto bueno de la Comisión Provincial de Patrimonio y, en definitiva, de la Consejería de Cultura.
4 comentarios:
ENtre una "bloggera" de currículum desconocido y la Comisión Provincial de Patrimonio, cuyos miembros son expertos en la materia, prefiero el saber y conocimiento de estos últimos y no una opinión basada en el gusto personal e individual
Creo que se precipita usted consideraando que el curriculum oculto de una "bloggera" es menos importante que el de unos considerados expertos, que en ocasiones, pudieran estar nombrados no por esa condición sino por otro tipo de razones. Formar parte de una comisión no da patente de corso para permitir acciones que van directamente contra la Historia del Arte, contra el sentido común y contra lo que prescribe el Plan General de Ordenación Urbana. Por cierto, esta "bloggera" tiene un doctorado en Historia del Arte y Conservación del Patrimonio.
Es evidente que si la piedra que se usó en su momento es piedra sin labrar, desigual, fea, sacar la piedra en una fachada quede mal. Ahora bien, si se tra5ta de piedra tallada, mas o menos homogénea, me parece que realza y da belleza a una fachada, desde luego, mejor que encalada estará. Por esta razón discrepo de su opinión, ya que lo que leo en su entrada es una generalización, cosa que precisamente en Úbeda no se puede hacer.
Por otro lado, me consta que el Área de Urbanismo de este ayuntamiento hace mucho, mucho tiempo que no da permiso para sacar la piedra, y el que la saca lo hace sin permiso (cosa que me parece bien, ya que los criterios para rechazar estos proyectos suelen ser ridículos, una vez escuche que no daban permiso para sacar la piedra porque en Andalucía lo que imperaba eran las fachadas blancas, ¡toma ya!).
Un saludo
Un saludo
Si un trozo de la muralla está encalado (y algunos hay) no sólo no me opongo a que se pique, sino que lo defiendo por muy "sin labrar, desigual y fea" que pudiera ser la piedra. Por otro lado, no puedo defender bajo ningún concepto que se picara la iglesia de la Trinidad -y que incluso se pretenda continuar con esa barbaridad- a pesar de presentar una soberbia cantería. Es decir, que lo realmente importante para sacar o no la piedra no es su calidad ni su aspecto; lo que importa es el concepto con el que la obra hizo. La muralla nunca se pensó para ser encalada. De igual forma, la Trinidad, según demuestran las condiciones de obra que se conservan en el Archivo Histórico Municipal y que están publicadas, se concibió con las paredes blancas respondiendo a los gustos de una época y a una estética concreta. Y eso es lo que está pasado en Úbeda: estamos dando más importancia a un simple material que a la propia arquitectura, despreciando una importante etapa de nuestra historia, porque la mayoría de las nefastas (según mi opinión) intervenciones se están centrando en construcciones de finales del siglo XIX y principios del XX. A este paso no va a quedar nada de la arquitectura popular y burguesa de ese periodo, pero por fin tendremos una ciudad de pétreo y supuesto aspecto medieval y renacentista tan falsa como los decorados de las películas de Cecil B. DeMille.
Por otro lado, me sorprende que defienda que cada uno haga de su capa un sayo en cuestiones de patrimonio porque desde el Área de Urbanismo se dan respuestas variopintas. La desobediencia está bien en muchos asuntos, pero el patrimonio (como su nombre indica) es lo único que hemos recibido y lo mejor que podremos dejar. Si en esta área no conocen lo que las normas dicen claramente sobre el asunto que tratamos y argumentan estupideces, lo que hay que hacer es no volver a votar a quién las dice o las defiende y no ponerse en su mismo plano.
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