Muestran las fotografías el aspecto de los muros de la capilla de Jesús Nazareno en Santa María desposeídos del enlucido que desde le siglo XVIII, momento en el que esencialmente se termina, ha sido consustancial con su estética. No digo yo que no debiera ser picado para sanear una fábrica necesitada de diagnóstico y de cuidados (más aún por el maltrato padecido en estos últimos veintiséis años), pero una vez hecho esto y realizado un completo y serio estudio de lo que ha aparecido (que, por otra parte, no es sino la cronología de un ya documentado proceso de construcción que se inicia en el siglo XVI), lo suyo sería volver al estado en que la Historia la puso. En este sentido, mucho ruido ha llegado hasta este torno por las protestas de la cofradía sobre lo que se intenta hacer en la restauración. Protestas, que además de justas, son tan lógicas como la pretensión de recuperar dentro de tres años, cuando la Colegial se abra al culto, el mismo aspecto que la capilla tenía en 1983: enlucida y mostrando únicamente la piedra que pensada y labrada fue para ser vista en los albores del siglo XVII (pedestales, altar y puerta de la sacristía). Pues bien, esto que hasta para un niño sería actuar con sentido común (frivolidad es para la Delegada de Cultura), para el señor arquitecto no es así. Él pretende que toda la piedra que ha aparecido quede a la vista, e incluso inventársela donde no exista, para que como en el resto del templo el neomudejarismo pastichero que tanto le gusta triunfe por completo. Vamos, recuperar lo que la señora Consejera de Cultura, en un alarde de conocimiento, ha denominado recientemente como un "periodo inicial" que elimina "invenciones" de otras épocas. Lo que pasa es que aquí, si estudiamos con detalle las imágenes, la cosa está difícil. Ni siquiera la señora Consejera, con todo su poder, con toda su sabiduría y con todos sus técnicos, va a poder determinar lo que es inicial y lo que es inventado, salvo que quiera caer en la frivolidad.
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