XXXIV
Ya había comenzado un humilde comentario sobre Santa María, cuando hasta este torno ha llegado (nunca faltan almas caritativas) una fotografía del parque Norte. Tenía yo un inocente deseo de ver cómo había quedado después de su apertura (que no de su inauguración) uno de los proyectos "más emblemático" de la ciudad desde hace veinticinco años. Y la verdad es que al verlo no he podido dejar de pensar en unas palabras de un ilustre profesor de la Universidad de Granada que comentaba como el urbanismo que se está desarrollando en torno a los espacios públicos verdes tiene dos grandes características: la primera, procurar que los viejos mueran de insolación y la segunda, y no por ello menos importante, hacer que los niños se descalabren en algún lance de sus juegos. ¡Qué gran acierto, pues, se ha llevado a cabo en Úbeda al seguir al pie de la letra los modernos dictados urbanísticos! Así, en el recién abierto (que no inaugurado) parque Norte hay cientos de arbolitos que como sólo dan sombra a la altura de los pies muy bien favorecen la muerte por insolación y hay kilómetros de bordillos y, por ello, el descalabro de los niños es fácilmente realizable. Pero es que además (Úbeda siempre destaca) se han incorporado otras notables mejoras como la idónea y muy explicable disposición de alcorques en muchos de los árboles, como la presencia de útiles puertas que al dar acceso a zonas verdes han de permanecer cerradas y como la existencia de un buen número de espacios muertos y de caminos que no llevan (quizá como símbolo de la vida pública de nuestra ciudad) a ninguna parte. Pero no queda ahí la cosa, como el parque se había abierto (que no inaugurado) sin luces, el concejal que todo lo lleva en el Ayuntamiento ha declarado que se han instalado unas farolas provisionales en cuyo acabado se ha dado "rienda suelta" a los pintores municipales para que le proporcionaran un ambiente jovial. Y claro, en mi inocencia y en mis creencias, al ver que el acabado presenta los colores del arco iris, había pensado lo hermoso que era que estos buenos funcionarios se hubieran acordado con jovialidad y alegría de la promesa de Dios con los hombre cuando tras del Diluvio Universal hizo aparecer esa coloreada maravilla en los cielos como signo de su compromiso con la Humanidad. Pero, ¡oh santa inocencia!, me dicen que ya nadie se acuerda del arco iris con ese significado y que, al contrario, hoy indica y representa otras muchas cosas que no me atrevo a nombrar. En fin, así es la vida, aunque al menos me queda el consuelo de sospechar que los usuarios del recién abierto (que no inaugurado) parque Norte deben ser espíritus puros o deben estar en trance de serlo porque si no resultaría difícil explicar la ausencia de servicios entre sus instalaciones. ¡Ah!, por cierto, de Santa María hablaré en otro momento. La pobre, después de todo, está muy acostumbrada a esperar.
Ya había comenzado un humilde comentario sobre Santa María, cuando hasta este torno ha llegado (nunca faltan almas caritativas) una fotografía del parque Norte. Tenía yo un inocente deseo de ver cómo había quedado después de su apertura (que no de su inauguración) uno de los proyectos "más emblemático" de la ciudad desde hace veinticinco años. Y la verdad es que al verlo no he podido dejar de pensar en unas palabras de un ilustre profesor de la Universidad de Granada que comentaba como el urbanismo que se está desarrollando en torno a los espacios públicos verdes tiene dos grandes características: la primera, procurar que los viejos mueran de insolación y la segunda, y no por ello menos importante, hacer que los niños se descalabren en algún lance de sus juegos. ¡Qué gran acierto, pues, se ha llevado a cabo en Úbeda al seguir al pie de la letra los modernos dictados urbanísticos! Así, en el recién abierto (que no inaugurado) parque Norte hay cientos de arbolitos que como sólo dan sombra a la altura de los pies muy bien favorecen la muerte por insolación y hay kilómetros de bordillos y, por ello, el descalabro de los niños es fácilmente realizable. Pero es que además (Úbeda siempre destaca) se han incorporado otras notables mejoras como la idónea y muy explicable disposición de alcorques en muchos de los árboles, como la presencia de útiles puertas que al dar acceso a zonas verdes han de permanecer cerradas y como la existencia de un buen número de espacios muertos y de caminos que no llevan (quizá como símbolo de la vida pública de nuestra ciudad) a ninguna parte. Pero no queda ahí la cosa, como el parque se había abierto (que no inaugurado) sin luces, el concejal que todo lo lleva en el Ayuntamiento ha declarado que se han instalado unas farolas provisionales en cuyo acabado se ha dado "rienda suelta" a los pintores municipales para que le proporcionaran un ambiente jovial. Y claro, en mi inocencia y en mis creencias, al ver que el acabado presenta los colores del arco iris, había pensado lo hermoso que era que estos buenos funcionarios se hubieran acordado con jovialidad y alegría de la promesa de Dios con los hombre cuando tras del Diluvio Universal hizo aparecer esa coloreada maravilla en los cielos como signo de su compromiso con la Humanidad. Pero, ¡oh santa inocencia!, me dicen que ya nadie se acuerda del arco iris con ese significado y que, al contrario, hoy indica y representa otras muchas cosas que no me atrevo a nombrar. En fin, así es la vida, aunque al menos me queda el consuelo de sospechar que los usuarios del recién abierto (que no inaugurado) parque Norte deben ser espíritus puros o deben estar en trance de serlo porque si no resultaría difícil explicar la ausencia de servicios entre sus instalaciones. ¡Ah!, por cierto, de Santa María hablaré en otro momento. La pobre, después de todo, está muy acostumbrada a esperar.
3 comentarios:
Hermana Tornera:
Cuentan que Norman Foster (el prestigioso arquitecto, bien casado como sabrá su maternidad con la famosa y televisiva sexóloga Dª Elena Ochoa), en una de sus visitas a Madrid, al ver los negros paramentos de alguno de los edificios de la Castellana, se maravilló porque pensaba que sólo una empresa de decesos podía financiar tan renegridos acabados.
Supongo que el bueno de don Norman, pese a que la sociedad anglosajona es mucho más conocedora de los textos bíblicos y en ocasiones más puritana que la nuestra, si visitara el único parque de Úbeda se haría cruces pensando en la proporción de ubetenses que tendrían que haber salido del armario para justificar esas farolas con medio arco iris cada una de ellas.
Si ante su asombro le informaran de que el concejal responsable se exculpaba achacándolo todo a la libre iniciativa de los pintores del Ayuntamiento, sin duda pensaría que medio arco iris era poco.
Verdaderamente, viendo los resultados, uno se pregunta si ha valido la pena esperar 25 años.
Hoy ha aparecido en la prensa provincial que, al parecer, los postes que soportan los deslumbrantes focos van a ser definitivos porque -y esto lo digo yo- han quedado muy lindos y coloreados.
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