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ESPACIOS PARA LA CONVIVENCIA

XXXIII
Hace algunos años (aún andaba yo en el siglo), cuando las obras del aparcamiento subterráneo de la plaza de Andalucía terminaron y pudo verse la solución dada a las aceras y a la calzada, con una separación física casi inexistente por la supresión de los bordillos, se escuchó y vio en la televisión local al alcalde del momento (situado bajo la Virgen de los Remedios, es decir, en el lugar en que don Francisco de los Cobos, con la cara de cualquier concejal, acompaña a Carlos V en su juramento del comienzo de las originalísimas fiestas del Renacimiento) defendiendo lo realizado porque así se creaba (sic) "un espacio de convivencia entre los coches y los peatones". Y sin duda, tan genial idea, como otras tantas, se ha visto magníficamente gestionada tanto por las corporaciones del signo del alcalde citado como por otras posteriores de distinta cuerda. De tal manera ha sido así, que hoy nuestras calles son mayoritariamente espacios de idílica convivencia en los que los coches ocupan las aceras y los peatones se ven obligados a circular por la calzada, demostrando que el diccionario de la Real Academia Española se equivoca cuando dice que una acera es la "orilla de la calle o de otra vía pública, generalmente enlosada, sita junto al paramento de las casas, y particularmente destinada para el tránsito de la gente que va a pie". No obstante, ocasiones hay en que se hace necesario separar ambos espacios y, para ello, se encargan cientos de bolardos (¿se acuerdan de los leones del sr. Mendieta?) y de maceteros que teóricamente sirven (pero sólo cuando no molestan pues si es así se apartan por los "ciudadanos") para evitar que los coches ocupen las aceras cuando la convivencia no es necesaria o puede convertirse en promiscuidad. En las fotografías siguientes se presentan varios ejemplos de lo que se dice y como la cosa sigue con las obras iniciadas in illo tempore en la calle Ancha, pero no se preocupen, seguro que también la llenan de los citados postecitos, si no en forma de león, sí en forma de falta de autoridad y de moderna progresía. ¡Señor, Señor, que pobre es la autoridad que necesita de tanta barrera y de tanta policía local para después de todo nada de nada...!



8 comentarios:

Anónimo dijo...

Tal como las cosas van y visto el ritmo de las obras, cuando terminen de arreglar la calle Ancha ya no quedarán coches. Lo mismo dará que haya aceras entonces.

Anónimo dijo...

En Úbeda siempre serán necesarias las aceras porque la gente necesita un lugar en el que apostarse para ver las procesiones.

Anónimo dijo...

¿Se puede saber de dónde ha sacado su maternidad esa foto de la torre del reloj, en la Plaza, sin los doce o catorce coches que andan siempre aparcados en ese lugar? ¿Tanto puede el photoshop en los conventos?

LA HERMANA PECADORA dijo...

Veo, con agradable sorpresa, que su maternidad sigue pisando la calle más que yo y más de lo que debiera por sus hábitos y por respeto a estas divinas clausuras. Pero aprecio que el hecho de pisar la calle conlleva inevitablemente caer en las garras del pecado y de la perdición, y cuanto más en las de la estupidez humana. Y lo digo a propósito de las palabras de cierto alcalde (que ya fuera de infausta memoria hace varios años y que volverá a serlo cuando, allá por el año de N.S.J.C. de 2011 haya dejado arrasada la ciudad) que cita usted en las palabras de su torno. Como esta mañana me he hecho la remolona en la celda y alegando síntomas griposos me he librado de misa de 8, ando rumiando las palabras del dicho alcalde y desde aquí me gustaría proponerle a Fray Bartolo que viera la manera de editar (en volumen de piel y con ilustraciones tan hermosas como esa en que se ve al dicho alcalde y a su triposo amigo el presidente de los comerciantes tumbados en los correspondientes sillones) todos los discursos habidos y por haber del ya referido alcalde (y más que lo refieren día sí día también los vecinos de la calle Ancha). No sé, pero creo que el provecho y divertimento que puede sacar nuestro pobre pueblo de tan ilustre palabrería compensará el mucho gasto en papel que conlleva la edición. Y ello, sin olvidar el enriquecimiento cultural y político de las bibliotecas de los sufridos ubetenses que no se recluyeron en clausuras. No sé lo que su maternidad opinará a este respecto, pero me parece que es urgente editar los discursos de este hombre que a más de crear espacios de convivencia vehículopeatonal (he ahí el futuro del urbanismo intergaláctico, no dude de la capacidad visionaria del mencionado alcalde) es capaz de crear sinergías yuxtapuestas o maxipuestas de participación cívica y consolidadadamente democrática que permiten un acercamiento de las estructuras sociales plurales de una ciudad congrensual y turística y comercial y progre que te mueres que crece con el esfuerzo de las asociaciones de vecinos consolidándose como referente cultural y patrimonial para pasmo del mundo mundial y lo que te rondaré morena y moreno.
Por cierto, debiéramos comentar con Fray Bartolo la posibilidad de degustar las pastas de su apartado monasterio, regadas con esos licores maliciosos que guarda. Me retiro ya, hermana, que a torrijas tocan…

LA HERMANA PECADORA dijo...

La de arriba soy yo, la pobre hermana pecadora.

La Hermana Tornera dijo...

Hermana, la maledicencia no es buena compañera. Bien sabe su maternidad que cuando salgo del convento es por la puerta grande y para ir de médicos. Con todo, me ha gustado mucho su discurso y creo que debiera considerar colgar los hábitos (que con harta frecuencia se remanga para saltar las tapias) y dedicarse a la política. Su discurso es impecable y cuando se lo propone pomposamente hueco. Es decir, del todo adecuado.

Anónimo dijo...

¡Oh, válgame Dios! ¡Cuán diferente cosa es oír estas palabras y creerlas, a entender por esta manera cuán verdaderas son! Cada día se espanta más mi alma de novicia al percibir que no se conforman como deben las obras con los actos y palabras de estas dos hermanas profesas. Hablan del mundo como si en el siglo fueran. Hartas ocasiones usan para romper clausura. Para colmo piden palabras con pensamientos, peroratas con sentido y hasta sueñan aceras con elevados bordillos. ¿Dónde aparcar podrá, sino en la acera, la bendita que trae los bollos? ¿Quién se apiada en el convento de la Hermana Panadera?

LA HERMANA PECADORA dijo...

Veo con sorpresa y alegría que no para de crecer la comunidad de las distintas religiones que venimos utilizando de este torno para dar rienda suelta a las comezones que nos corroen, y al punto llega la cosa que habrá que organizar procesión de protesta con cruces alzadas y escobas con que sacudir a quienes ocupan las estancias del que fuera monasterio de la Madre de Dios, como hicieran nuestras antecesoras las dominicas en nunca bien ponderado día.
Y miren sus maternidades que realizan sabrosas y provechosas consejas a esta pobre hermana pecadora y de hábitos remangadizos si en todas ellas son justas. Así cuídese hermana tornera de desearme tan gran mal como sería el de dedicarme a la cosa política, que no andan las repúblicas del mundo, y menos esta república nuestra, gobernadas por ministros del poder que merezcan la confianza y el premio de las gentes de bien, y mire si en alguno de mis comentarios faltole yo el respeto a su persona como para que tan grande mal me desee. Antes bien estoy pensando que para no tener que andar saltando tapias cual vulgar concejal de este concejo que padece más ruinas que el estómago de Lázaro de Tormes, y para no tener que arremangarme los faldones cada vez que al siglo quiero volver a ver los coches de los alguaciles aparcados sobres las aceras ni las fachadas cubiertas de lonas, pensando ando, como le digo, en pedir permiso a la superiora de mi comunidad para salir a la calle con la taza de la limosna y ayuntar fondos no para nuestra comunidad (que con lo poco bien se sirve) sino para tan necesitada falta como tiene el Ayuntamiento, evitando así tener que oír día sí día también las lastimeras quejas del frailuno arrepentido. Matare así dos pájaros de un tiro, pues en el siglo estaré sin estar en él, y haré de mi vocación servicio público para el bien del común. ¿Qué le parece hermana tan piadosa vocación callejera como me ha entrado? ¿Debiera confesar antes esta ocurrencia a Fray Bartolo o me bastará con pedir consejo a mi superiora y su bendición para andurrear por esas calles de losas partidas y camiones gigantescos que agrietan torres y archivos?
Y no se cargue de problemas la novicia calzada, que si porque lleguen los bollos a la hermana Panadera hay que defender las aceras donde intercambian pareceres vehículos y transeúntes, seré yo la primera en colgar una pancarta en defensa de dichas aceras en las tapias del convento. Primero los benditos bollos de la bendita Panadera y luego la ciudad y sus problemas, que Clemente o el Diablo confundan.