Me ha parecido escuchar esta mañana en la radio que en la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe, en Santa María, han aparecido una serie de filtraciones que se hace necesario arreglar para que no se vean afectados por humedades los bienes muebles que se van a restaurar, como el retablo neogótico que cubre su testero. Y ante este hecho y para celebrar la entrada 150 de este cuaderno, me van a permitir que cuente una anécdota relacionada con esto de las obras bien acabadas.
Pues resulta, según me contaron, que en un pueblecito cercano a Jaén un contratista de obras, conocido como Camisón, para celebrar la finalización de una casa, decidió irse a tomar unas copas en un bar cercano con toda su cuadrilla, a excepción de un aprendiz que se quedó recogiendo la herramienta. No llevaban ni diez minutos en tan noble tarea, cuando el joven se presentó todo nervioso gritando a plena voz que la casa se estaba hundiendo. El bueno de Camisón, sin perder el temple y muy reposadamente, sólo dijo: "pues no será por vieja".
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