He pasado algunos días en un convento del Norte, por razones de salud como siempre, pero han sido suficientes como para dar tiempo a una nueva actuación en el palacio del Conde de Guadiana consistente en el levantamiento de una monstruosa construcción metálica que viene a sumarse a lo mucho que ya se ha ido haciendo en este futuro y soberbio hotel de cinco estrella: modificación de volúmenes, colocación de ventanas cenitales, relamido general y lo que nos quede por ver. La recién colocada estructura marca sin lugar a dudas la ocupación de un buen trozo del patio, el macizado de una manzana, una nueva modificación de perfiles y la pérdida de las perspectivas que podían verse desde la calle Real. Todo esto, en principio, no hubiese sido posible según la normativa vigente en Úbeda sobre urbanismo, pero como otras tantas veces cuando la ley impide algo sólo basta con cambiarla. Por eso, nuestros queridos representantes no hace mucho que en pleno modificaron el Plan General de Ordenación Urbana y todo lo que hiciera falta para que el proyecto siguiera para adelante. La pena que producen estas decisiones es la de constatar una vez más el ignorante atrevimiento de pensar que a Úbeda va a venir un turismo capaz de pagar un hotel de esa categoría cuando cada vez queda menos que enseñar, que ver y que apreciar. En definitiva, ni siquiera se dan cuenta de que están matando la gallina de los huevos de oro que torpemente sólo ven en el turismo. Simplemente confío en que, al menos, a alguno de nuestros políticos y a los miembros de la Comisión Provincial de Patrimonio, que casi todo lo consiente, les quede algo de resquemor en la conciencia por lo que permiten y consienten en estas cuestiones, pero dudo mucho de que sean capaces de eso o de mucho menos. A todos, pues, ¡déles Dios mal galardón!
No hay comentarios:
Publicar un comentario