XCII
Días difíciles han sido estos para el torno y para ocuparse de cuestiones de patrimonio, pero en ningún momento lo han sido para dejar de agradecer infinitamente el cariño y apoyo de todos los que se han acercado a él con el corazón en la mano y con el sentimiento a flor de piel: GRACIAS. Y mientras las aguas se remansan, me alegra presentar una interesante carta que de forma generosa y sincera ha llegado a las manos de esta tornera pidiendo un lugar para su publicación. Muy gustosamente cedo este humilde espacio y recomiento su atenta lectura.
«Hola a todos.
»El motivo de esta redacción, además de queja e inútil desahogo, es un grito al ciudadano (y no solo local, pues la cultura es de interés global) cuya mínima sensibilidad se torna un lastre ante las irremediables y continuas agresiones a la integridad histórico-artística, y por ende patrimonial, que, de forma peligrosamente frecuente, se vienen cometiendo en esta ciudad.»Buceando en Internet en busca de una explicación a uno de los muchos despropósitos que he visto se están haciendo en Úbeda, me topé con este torno conventual y crítico, por lo que aprovecho este espacio para dar rienda suelta a mi desconsuelo.»Empiezo advirtiendo de la extensión de mi comentario, pues no encontré la forma de abreviar sin afectar a la correcta apreciación de lo expuesto, pero aquel que lo lea completo espero que, al menos, reflexione al respecto.»No soy de Úbeda, ni siquiera de Jaén, pero por mi trabajo he vivido en ciudades de indudable índole monumental, como Granada, Florencia (Italia), Cáceres, el centro de Madrid o Ronda (de donde soy natural), además de Baeza, conociendo igualmente muchísimas otras.»Es por esto que estoy bastante familiarizado con la zona, de la cual tengo un recuerdo maravilloso y a donde no volvía desde hace casi tres años. Casualmente he vuelto a dar con mis huesos aquí, en este caso en Úbeda, y el grato recuerdo que tenía se ha desmontado en apenas tres paseos por el casco histórico.»Me explico. Lo primero que me encontré fue la ciudad destripada, algo que era de esperar tras ver como funciona el “funesto” plan E, del cual me ahorraré comentarios. No obstante, este incómodo despropósito se viene cometiendo en toda España, por lo que en una ciudad patrimonio como ésta no me extrañó del todo que se empeñaran especialmente en el casco histórico (parece ser que el resto de barrios no lo necesita).»Mi primera sorpresa fue al ver como toda la plaza alrededor del Salvador había sido levantada aparentemente de forma gratuita (pues que yo recuerde ya estaba así y no parecía en mal estado). En mi paseo seguí viendo aberraciones que no recordaba de mi estancia anterior. Nuevas casas y edificios de pobre y actual factura que probablemente sustituyeran a otras centenarias, casas solariegas e incluso palaciegas cuyas frágiles fachadas apenas se mantienen apuntaladas mientras vacían su interior como un yogur de coco, solares tapiados que dejan ver el antiguo color aislante de una casa desaparecida a la espera de construir o especular... Y lo peor de todo. Algo cuya vista nubló mis ojos, cayéndoseme el alma al suelo: Al pasar por la calle Juan Pasquau, sitio que me gustaba frecuentar por un restaurante ya inexistente al que cogí cariño (La Encomienda), me encontré con un espectáculo desolador. La fachada de piedra (o revoco imitando a sillares, no recuerdo bien) que hacía de nexo entre la iglesia de San Pedro y el Palacio de los Condes de Guadiana, y que conformaba el “atrio” descubierto y enrejado entre ambos monumentos (cuyo conjunto creo recordar fue una escuela infantil) había desaparecido junto con el interior de toda la manzana, convertida ahora en gigantesco solar, y de la cual apenas quedan un par de fachadas supervivientes en precario equilibrio.»Al momento me percaté de que la famosa torre (quizás el monumento que más me gustaba de la ciudad) se cubría con andamios y toldos, entre los cuales sobresalía una especie de pastiche, aún en construcción, que otrora conformaba el resto del palacio... En fin, imagino que ya conocen ustedes la atrocidad en cuestión. Pero mi desconcierto y desagradable sorpresa llegó a su clímax cuando, en mi indignación, no pude dejar de preguntar a un señor (probablemente un promotor o responsable del tremendo desaguisado) que salía del solar. El hombre, con amabilidad y sincera alegría, empezó a darme toda clase de explicaciones, mostrando una clara satisfacción por tamaña empresa, supongo que porque pensaría que su júbilo era compartido. No pequé de descortés pero mi cara lo diría todo, porque cuando me dijo que el proyecto era un hotel de cinco estrellas al cual, obviamente, deben adaptar tan antigua y obsoleta construcción, y que la torre estaba siendo "saneada", eufemismo que utilizó en varias ocasiones para referirse al aniquilamiento interior tanto de ésta como de todo el palacio, apenas me salía la voz del cuerpo.»Obviando el recrecido del nuevo edificio, las tejas nuevas y relucientes, las modernas claraboyas y otras barbaridades que no hacen sino aumentar el despropósito, el simple hecho de concebir un hotel de semejantes características, no solo en el centro histórico sino en uno de los monumentos BIC más importantes de la ciudad y, por supuesto, el desmesurado dislate de conceder el permiso (con participación y financiación de la Junta, para más inri) es bastante significativo de una mentalidad provinciana, ignorante, chabacana e interesada.»Si bien es absurdo pensar que todo el mundo se de cuenta y clame al cielo por los sistemáticos atentados que están haciendo con su pueblo ("mientras paguen", como me dijo un albañil...), que los encargados de tutelar el patrimonio arquitectónico, principal signo de identificación de esta ciudad, den carta verde (con el beneplácito provincial y autonómico) a tan nefasta y disparatada propuesta es de juzgado de guardia.»Hace poco leí que habían detenido la construcción de un campo de golf (cuyas particularidades desconozco) pero que, en la mayoría de los casos, no solo respeta el entorno sino que lo mejora, proporcionando más riqueza y beneficio que este desbarro de cinco estrellas. Sin embargo, a nadie se le ocurre pensar que el patrimonio, la historia, el arte y, sobretodo, la cultura no solo está en las fachadas de portadas decoradas con relieves y esculturas, sino en sus interiores, con sus partes nobles (patios, columnas, escaleras, solerías, artesonados, etc.), algo que parece no importar en este pueblo "patrimonio de la humanidad", pues no paran de pasar por la piqueta un edificio tras otro (independientemente de su importancia), viendo a diario como tiran muros con siglos de historia, sacan enormes sillares labrados a la calle arrojándolos a los contenedores, sustituyen rejas de forja centenarias por horrorosas barandas de hierro colado, revocan o sacan piedra a gusto del consumidor y esquilman sin consideración todo aquello de lo que se pueda sacar un mínimo interés, ya sea económico o político.»Para mayor desesperación, el plan E (cómo no) está detrás de algunas de estas calamidades, como en el palacio Anguis Medinilla, el cual, según parece, se están zumbando por dentro (tendrán que cambiar la cartela informativa que muestra el interior) para adaptarlo, ¡atención!, a sede provisional del Ayuntamiento, considerando (no sé por qué extraña razón y bajo el asesoramiento de quien) que en el actual se deben hacer obras… Teniendo en cuenta la que están liando para algo temporal échense a temblar cuando le metan mano al famoso Palacio de las Cadenas (igual, ya puestos, deberían limpiar también los vítores de la fachada).»Señores una ciudad monumental no lo es solo por sus obras aisladas, las cuales quedan descontextualizadas y sin sentido cuando se las priva de su entorno, sino también, y especialmente, por el conjunto que las cohesiona, a menudo obras menores pero igualmente importantes históricamente, por lo que no se dejen engañar porque algún patán decida que debe conservarse y que no. Les están arrebatando su historia, su cultura y su dignidad. El Palacio de los condes de Guadiana ya ha dejado de existir, tal y como fue concebido. La fachada, a pesar de ser lo más llamativo, solo será un recordatorio mal remozado de lo que allí hubo. El conjunto que conformaba su entorno, (iglesia, y edificio anexo), a pesar de responder a diferentes períodos supo ser respetuoso y contribuir a su recíproca monumentalidad. Desgraciadamente, no se puede decir lo mismo de la última intervención.»Que en los años setenta u ochenta, desgraciadamente, no se tuviera conciencia conservadora se puede comprender (que no justificar), pero que estrenando el nuevo milenio se muestre tal desprecio a la salvaguarda del patrimonio es, cuanto menos, vergonzoso.»Este siglo XXI, tan mal entendido a veces que arrasa con arrogancia a cualquiera precedente (XVIII, XIX, XX...), sustituyendo la historia con la presuntuosidad de volverla a reescribir (borrón y cuenta nueva), parece que no necesita ningún testigo de su propia evolución. La modernidad, señores ubetenses (agresores y sufridores) no esta reñida con el legado histórico, al contrario, debería ser complementario. Una ciudad puede crecer y desarrollarse, su bienestar va en ello, pero si lo hace en detrimento de su propia cultura terminará siendo una urbanización más, insulsa y sin interés, de la que terminaremos escapando, de cuando en cuando, para gastarnos el dinero en visitar y disfrutar de otras ciudades que sí han sabido entenderlo.»Sinceramente, espero terminar pronto mi trabajo y marcharme, pues dicen que ojos que no ven corazón que no siente. Lo malo es que los responsables locales de gestionar esta ciudad (cuya mención quizás tuviera que revisar la UNESCO, al menos como llamada de atención) tienen muchos ojos y poco corazón. Parece que el famoso e infame parking de la plaza de Andalucía, cuyo ascensor es el culmen del desatino y la torpeza (alguien pensaría que a esa plaza le vendría bien una torre más) lejos de hacer pensar y rectificar o, al menos, evitar errores similares, ha sido solo el arranque de una tremenda y perseverante insensatez.»La ignorancia, cuando no se es consciente, es tan peligrosa como la prepotencia, pues lejos de remediar aquella termina llevando a ésta.»En fin, menos mal que aún les quedan monumentos por destruir.
»Atentamente. Enrique D. Carrillo».
4 comentarios:
A ver si se entera Garzón
que creo que es jienense
y le mete mano
a los gerifaltes ubetenses.
Sin haberlo planeado,
me ha salido un pareado ¿o cuarteto?.
un abrazo carrillo
Me encuentro en completo acuerdo con tu opinión.
No se puede decir más claro.
Al parecer que Úbeda sea Patrimonio de la Humanidad solamente lo valoramos las personas que no somos de Úbeda, porque no sólo las autoridades tienen culpa, también encuentro escepticismo y desgana en muchos ubetenses que debieran valorar más el grandísimo patrimonio que tiene.
Un beso Quique.
Malú
bueno, bueno....no entiendo de arte nada, de historia menos así que me tengo que dejar llevar por lo que me cuentan. yo tenía entendido que el palacio de los condes de guadiana no se lo han cargado por dentro ahora sino a lo largo de los años que fue colegio, que poco quedaba por conservar en su interior. agradezco una versión diferente para poder valorar y que no me extraña que sea cierta en gran medida, ya que lo que si conozco de primera mano es alguna que otra barbaridad que se está haciendo en el Anguis Medinilla que también nombras. sea como sea estas cosa pasan, en mi opinión, por poner en manos privadas bienes públicos....y ya se sabe, lo que no pueda don dinero....ains
Supongo que cuando fue colegio harían destrozos naturalmente. Pero no más allá de acondicionar ciertas salas o tirar algún muro-tabique, todo, me imagino, sin más criterio que el funcional. La estructura del palacio, sin embargo, seguía existiendo (sus plantas, techos, y divisiones originales, escaleras, etc..., es decir, existía por dentro.
Ahora no es más que una fachada tipo wenstern de Almería. Cuando el hotel se acabe, dentro no habrá ni un resquicio de historia (una decepción para los ingenuos clientes que quieran relacionar, como es lógico, exterior con interior). Tan solo el "remozado" interior de la torre conservará su "hueco" original...
Cuando una ciudad es solo para verla por fuera se convierte en un decorado teatral. Lo malo es que, últimamente, a penas va quedando homogeneidad incluso para verla desde fuera.
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